Salem

Mis voces internas se reúnen como las brujas de Salem, conspiran levitando suspiros de mi infierno y su certamen, la noche cae sobre el fuego de mi hoguera, haciendo que mi piel se escame, no corro por el bosque porque me atan, los silbidos de mis cuerdas vocales, mientras mi cuello estrangulan,

escucho sus sonidos guturales, trato de alinear los ojos, entre mis cuencas orbitales, la barrera, la erupción de la sangre y la distorsión de sus sales.

Me precipito en mis pupilas, con traje de neopreno, estancado en el vacío, de mi memoria y su veneno, no vine a bucear, vine a encharcarme los pulmones, bajo explosiones de queroseno.

Pirata en mis mares, lanzo mi ancla a tierra, aunque las pirañas me atraquen, en el barro de mis humedales, atrapo bocanadas de aire, noto cómo, mis alvéolos desoxigeno, llego a tierra, con la actitud de un checheno, me enajeno, cual seguidor del nazareno y mis latidos desordeno, sobre mi tumba exhausto, me entrego, cercioro besando el lodo mi desenfreno, en este, mi asalto decimonoveno, y busco el cadáver, del guardián entre el centeno.